La vacuna elimina una causa importante de discapacidad intelectual
El desarrollo de una vacuna para la bacteria Haemophilus influenzae tipo b, o Hib, es uno de los mayores aportes del NICHD a la salud pública. La Hib es una infección bacteriana que ocurre comúnmente. En la década de 1970, esta infección, a menudo mortal, era la principal causa de la meningitis (inflamación del cerebro) entre los niños menores de 5 años en los Estados Unidos.
Incluso con un tratamiento antibiótico efectivo, el 5% de los 20,000 niños que contraían Hib cada año morían, y alrededor del 30% quedaban con discapacidad intelectual (entonces llamada retraso mental), sordera o convulsiones. De hecho, la meningitis por Hib fue en su momento la principal causa de discapacidad intelectual adquirida en la nación.
La investigación sobre vacunas en ese momento se centró en el uso de bacterias enteras muertas o debilitadas. Dos investigadores del NICHD: los Dres. John B. Robbins y Rachel Schneerson adoptaron un enfoque diferente. Su investigación se centró en la molécula de polisacárido (azúcar) en la superficie de la bacteria Hib.
El uso de las vacunas basadas en polisacáridos eliminó muchos de los efectos secundarios de las vacunas de bacterias muertas, mientras que todavía producía una gran cantidad de anticuerpos (moléculas producidas por el sistema inmunitario) en adultos y niños mayores para prevenir la enfermedad. Los científicos apoyados por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas realizaron más pruebas de vacunas. Con la participación adicional de la industria, en 1985 se produjeron y autorizaron tres vacunas de polisacárido purificado de la Hib.
Pero esas vacunas no lograron estimular los niveles de los anticuerpos protectores en los bebés, el grupo de edad con la mayor incidencia de enfermedades graves. De hecho, muchos científicos creían que era imposible desarrollar una vacuna para los bebés que dependiera de los polisacáridos porque el sistema inmunitario del bebé aún no era lo suficientemente inteligente como para detectar el polisacárido y producir anticuerpos.
Los Dres. Robbins y Schneerson continuaron sus esfuerzos y desarrollaron una nueva tecnología conjugada para crear una vacuna. Vincularon el polisacárido débil a una proteína que el sistema inmunitario infantil reconocía con facilidad. Pronto se descubrió que la vacuna conjugada resultante era efectiva en los bebés y los niños mayores.
Las vacunas conjugadas contra la Hib han sido autorizadas desde 1987 y se han convertido en parte de las inmunizaciones de rutina administradas a los bebés a partir de los 2 meses de edad. El desarrollo de la vacuna ha reducido la infección por la Hib en más del 99% en los Estados Unidos, lo que ha salvado innumerables vidas y ha prevenido una de las principales causas de discapacidad intelectual.