Análisis de las influencias de los primeros años de vida en los comportamientos alimentarios de los niños

Una joven madre asiática con una camiseta a rayas en una encimera con su bebé. El bebé intenta alcanzar una fruta que hay en un recipiente sobre la encimera.

Los rasgos de apetito de los niños (los estilos de alimentación que reflejan sus respuestas a influencias externas y a señales internas de hambre y saciedad) son en parte hereditarios y en parte influenciados por factores ambientales, como el comportamiento de los padres. Sin embargo, se sabe relativamente poco sobre las influencias de los primeros años de vida en estos rasgos.

En un trabajo reciente realizado por investigadores de la Rama de Ciencias Sociales y del Comportamiento en el contenido de Inglés, se investigaron los vínculos entre los comportamientos alimentarios maternos en los primeros años de vida y la exposición a los alimentos con los rasgos de apetito en el contenido de Inglés a los 3 años y medio. El equipo, dirigido por Leah Lipsky, Ph. D., y Tonja Nansel, Ph. D., analizó los datos del Estudio de atributos alimentarios en el embarazo (PEAS) y el estudio de seguimiento Sprouts en el contenido de Inglés.

En la población del estudio, los padres que con frecuencia alimentaban a sus hijos para calmarlos durante el primer año de vida tenían más probabilidades de tener un estilo de alimentación permisivo (en el que los padres no imponen restricciones sobre lo que come el niño y su acceso a los alimentos) cuando el niño tenía 2 años. Tanto alimentar para calmar a los 12 meses como la alimentación permisiva a los 2 años se relacionaron con el exceso o la falta de ingesta por motivos emocionales y un aumento en el deseo de beber a los 3 años y medio.

La exposición a alimentos en los primeros años de vida también afectó los rasgos de apetito de los niños. La introducción posterior a las frutas se relacionó con el exceso o la falta de ingesta por motivos emocionales en la primera infancia. Los niños que empezaron a comer verduras más tarde y a los que se les dieron frutas con menos frecuencia a los 2 años tenían más probabilidades de ser quisquillosos con la comida a los 3 años y medio.

En general, los hallazgos indican que las conductas alimentarias de los padres y la exposición a los alimentos en los primeros años de vida afectan la alimentación emocional y la susceptibilidad alimentaria de los niños. Esto sugiere la posibilidad de que las intervenciones tempranas tengan impactos a largo plazo en los rasgos de apetito y la calidad de la alimentación de los niños.

Obtenga más información sobre la División de Investigación en Salud de la Población (DiPHR): https://espanol.nichd.nih.gov/acerca/organizacion/dir/dph