La terapia cognitivo-conductual se centra en la conexión entre los pensamientos, los sentimientos y las conductas.
Juntos, el terapeuta, la persona con el trastorno del espectro autista (ASD, por sus siglas en inglés) y/o los padres fijan metas específicas para el transcurso de la terapia. Durante las sesiones, la persona con autismo aprende a identificar y modificar pensamientos que llevan a tener sentimientos o comportamientos problemáticos en determinadas situaciones.1,2
La terapia cognitivo-conductual se estructura en fases de tratamiento específicas. Sin embargo, también se adapta a las fortalezas y debilidades individuales de los pacientes. Las investigaciones muestran que esta terapia ayuda a las personas con algunos tipos de ASD a manejar la ansiedad. También puede ayudar a algunas personas con autismo a lidiar con situaciones sociales y reconocer mejor las emociones.